Sociedad

Tu oportunidad eres tú: en camino hacia la igualdad

Diez mujeres referentes en el mundo de la comunicación, el derecho, el medio ambiente, la empresa o la ciencia analizan los logros conseguidos (y los retos pendientes) en materia de igualdad.

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Carla Lucena
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07
marzo
2019

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Carla Lucena

Decía la poeta inglesa Emily Dickinson que ignoramos nuestra altura hasta que nos ponemos de pie. El 8 de marzo de 2018, España vivió una primera jornada de huelga feminista que puso sobre la mesa el músculo que el movimiento que lucha por la igualdad de hombres y mujeres ha ganado en los últimos años en nuestro país.

Pese a la mayor presencia mediática que han adquirido los temas y las reivindicaciones de género, según las cifras del Foro Económico Mundial, aún necesitaremos más de un siglo (115 años, para ser exactos) hasta alcanzar la igualdad real. Mientras, el último informe del Banco Mundial que analiza los derechos legales de las mujeres en 186 países del mundo concluye que solo seis de ellos la alcanza en el ámbito laboral: Bélgica, Dinamarca, Francia, Lituania, Luxemburgo y Suecia.

La brecha de género no entiende de profesiones, aunque en unas sea más profunda que en otras. En Ethic hemos reunido las voces de distintas profesionales de la comunicación, el derecho, el medio ambiente, la empresa o la ciencia para analizar lo que se ha conseguido en los últimos años y las cimas que aún quedan por conquistar.


«Las crónicas sobre la ropa o los tacones que llevan las políticas son un ejemplo de que queda mucho por hacer»
Lucía Méndez. Periodista y redactora jefa de El Mundo

Decía Josefina Carabias, una de las periodistas pioneras que ejerció, ella sí en un mundo exclusivamente masculino, que el periodismo no era una profesión para mujeres. Por la esclavitud de los horarios –de los no horarios, más bien– y porque ascender era imposible. En las últimas décadas, se ha evidenciado que el periodismo sí es una profesión de mujeres. Las redacciones están llenas de ellas. En la base. Las alturas, los Consejos de Administración, las jefaturas de redacción de los diarios, radios y televisiones son otra cosa. No hay ni una sola razón objetiva para la brecha escandalosa que existe entre la cantidad de mujeres periodistas en los medios de comunicación y las pocas que llegan a ejercer una jefatura. Estrechar esa brecha no es fácil. El periodismo es una profesión que tiene dificultades añadidas para la conciliación de la vida familiar y para la maternidad. Pero tampoco existen planes en las empresas para que la carrera profesional de las mujeres no se frustre cuando quieren formar una familia.

Por otro lado, está el contenido de los medios en materia de igualdad. Es verdad que se ha avanzado mucho en lo que se refiere al tratamiento de la violencia de género. Para bien. Existe una mayor concienciación al informar de los malos tratos y los asesinatos de mujeres, aunque persiste aún una tendencia en los medios a la tratar a la mujer como un objeto de seducción. Las crónicas sobre la ropa o los tacones que llevan las mujeres que ocupan cargos públicos solo son un ejemplo de que queda mucho por hacer. Y en ese mucho, las mujeres han de tener también un papel de denuncia y presión para acercarse a la igualdad real.


«La igualdad no es una moda: será determinante para que una empresa sobreviva»
Elena Pisonero. Presidenta de Hispasat

Si hablamos de la percepción social de que las mujeres tienen que ocupar el lugar que les es propio en las empresas, ha habido una toma de conciencia en los últimos años. Es verdad que no se avanza a la rapidez que a todos nos gustaría, pero en los consejos de administración se está haciendo un esfuerzo muy importante para conseguirlo. Quienes tenemos una responsabilidad dentro de las empresas hemos de insistir para que ese esfuerzo se traslade a todos los ámbitos de la compañía, sobre todo a las direcciones generales y al liderazgo de equipos y proyectos. En el sector público, mi experiencia me dice que esto es algo habitual, pero dentro de las empresas sigue siendo difícil encontrar ese mismo grado de normalidad. Hemos de seguir avanzando para promover el papel de la mujer, especialmente en un momento de transformación empresarial en el que necesitamos la aportación de todas las voces, que tienen que ser cada vez más diversas, también en el ámbito de la tecnología, donde lamentablemente estamos aún peor representadas.

El esfuerzo tiene que venir desde las cúpulas de las empresas y también desde los Gobiernos, que deben buscar las maneras de presionar para que el cambio real se produzca. Prefiero la persuasión y el convencimiento a la punición, pero todas las medidas para lograrlo son contemplables, también las sanciones. Sin embargo, la sanción definitiva es la que pone la sociedad: somos nosotros los que no debemos tolerar que exista un número tan pequeño de mujeres en los puestos de responsabilidad de las grandes empresas. Todos los esquemas de gobierno empresarial se están dirigiendo hacia un modelo de sostenibilidad que pasa por cuidar el medio ambiente y tener la igualdad de género como algo imprescindible. Eso no es una moda ni una acción cosmética, sino que va a ser determinante para la propia supervivencia de las empresas. Igual que hay bonos verdes o gente que no financia a empresas que no son coherentes con lo que dicen, la sociedad acabará sancionando los comportamientos sesgados en materia de género.


«Las mujeres padecemos más los efectos del cambio climático, pero somos una pieza fundamental para revertirlos»
Yayo Herrero. Antropóloga, ingeniera y activista ecofeminista

El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) ponía encima de la mesa las consecuencias irreversibles del calentamiento global, frente a las que no habrá marcha atrás. El cambio climático ha traído consigo transformaciones profundísimas que afectan a las sociedades, a los hábitats y a las economías. Obviamente, esto afecta de forma diferente a los colectivos más vulnerables en todos los ejes de dominación: a las personas más empobrecidas, a las más mayores o a las que proceden de países que han sido utilizados como grandes minas y vertederos. En todos esos ámbitos, además, afecta de forma más intensa a las mujeres, porque en muchos lugares del mundo ellas son las encargadas de los huertos más cercanos que proporcionan el alimento de subsistencia, el agua o la leña en condiciones muy difíciles. Cuando hablamos de eventos climáticos extremos, nos encontramos que en este tipo de catástrofes son mayoritariamente mujeres las que mueren. Eso se debe a que, en muchos casos, ellas no aprenden a nadar o a trepar, y además son las encargadas de cuidar a las personas más pequeñas y más mayores, que tienen dificultades para huir.

Las mujeres no son solo víctimas del cambio climático, sino que son piezas fundamentales para revertir sus peores efectos y asegurar la supervivencia de sus comunidades. Son mayoría en los movimientos de justicia climática y también en los de las sociedades campesinas. Son chicas las que lideran el movimiento de Jóvenes por el clima. Tenemos una mayor afección, sí, pero también un mayor protagonismo de mujeres de todas las edades y en todos los lugares del mundo para buscar las alternativas al ecocidio que supone el cambio climático.


«Pronto se producirá un relevo generacional en la universidad que permitirá incorporar más mujeres científicas»
Carmen Vela. Directora General de Ingenasa y exsecretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación

El 39% de las investigadoras en España somos mujeres, y el equilibrio de género está en la norma 40-60. Aunque la igualdad del 50% es el objetivo que tenemos que marcarnos, es una cifra que no está mal y que se ha mantenido en el tiempo. Podría pensarse que es algo malo, pero con los años tan difíciles que hemos pasado a raíz de la crisis económica y el enorme impacto que ha tenido en la ciencia, el no haber perdido mujeres en época de escasez de plazas no es una mala señal.

Es cierto que nos falta presencia en posiciones jerárquicas. Las mujeres somos solamente el 25% de las profesoras de investigación en el CSIC, por ejemplo, o solo el 21% de las catedráticas. En áreas como la salud o la biomedicina donde el número de estudiantes mujeres supera el 70%, los datos son incluso peores. De aquí a pocos años va a producirse un relevo generacional importante en la universidad que abrirá una ventana de oportunidad para que puedan entrar más mujeres. En el mundo empresarial, la situación es peor. El número de investigadoras es del 31%, que, aunque está por encima de la media europea del 22%, no es un consuelo. Con la Ley de Igualdad del 2007, se recomendó a los consejos de administración que impulsasen la presencia de mujeres. Sin embargo, creo que tenemos que pasar a hacerlo norma, ya que está claro que la propuesta no se cumplió. Excepto en el sector farmacéutico, en el resto, su presencia es limitada, y aunque los porcentajes han subido en los últimos años, siguen lejos incluso del 35% que buscaba la Ley.

Por desgracia, está habiendo una caída en el número de estudiantes en las carreras técnicas. Aunque subió durante unos años y llegó casi al 50% en áreas como arquitectura, ahora mismo el porcentaje de mujeres apenas llega al 25% de promedio. Teniendo en cuenta que la tecnificación de la sociedad va a tener un papel fundamental en los puestos de trabajo del futuro, estamos ante un verdadero problema y debemos empezar a trabajar por la igualdad desde edades muy tempranas. Las últimas publicaciones demuestran que, ya con seis años, las niñas se consideran inferiores a sus compañeros masculinos. Si a esa edad se creen menos que los demás, no van a optar a unas carreras que consideran que son más difíciles o costosas. Hay muchísimas iniciativas para promover las vocaciones científicas desde las escuelas, y hay que seguir trabajando en ello desde la educación diaria. No basta con que un colectivo vaya a decirle a las niñas que pueden hacer lo que quieran con motivo del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, sino que cada día los profesores sean capaces de transmitir a niños y a niñas el amor por la ciencia y la tecnología.


«Nuestro Derecho tiene género y no es el femenino»
Glòria Poyatos. Magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas de España

Una vez conquistada la igualdad jurídica en el siglo pasado, el gran reto y desafío del siglo XXI es conquistar la igualdad real. A pesar de que decimos que somos iguales, seguimos viviendo en una cultura de devaluación continua de la imagen de la mujer. Es incuestionable que las brechas de género imperan en todos los ámbitos sociales, pero han mutado a través de unas nuevas formas de discriminación travestidas de igualdad jurídica y siguen conviviendo con nosotros: nuestro Derecho tiene género y no es el femenino. Las leyes se han construido ensalzando los valores asociados a lo masculino y devaluando los asociados a lo femenino. Hay muchísimos ejemplos que lo demuestran: ahora ya no se despide a una mujer por estar embarazada, pero carece de protección reforzada si quien la contrata dice que no supera el periodo de prueba. Ahora tampoco se les prohíbe trabajar, pero se las discrimina, por no dejar de cuidar.

Juzgar con perspectiva de género es el corrector de ese ordenamiento jurídico que no es neutral. No es una opción del juez o la jueza juzgar con perspectiva de género: es una mandato legal imperativo contenido en los tratados internacionales ratificados por España y normativizado en el art. 4 de la Ley de Igualdad 3/2007 y en la Constitución española (art. 9.2º). Con ello se buscó una forma de lograr la igualdad real, al ser insuficientes las herramientas legislativas tradicionales. Las estadísticas demuestran que esa igualdad aún no existe: cuando hablamos de pobreza, las mujeres son más pobres; cuando hablamos de trabajo, las mujeres son más desempleadas; cuando hablamos de violencia, las mujeres son las principales víctimas.

En el mercado laboral, uno de los grandes pilares que sostiene la discriminación son los cuidados. Nuestro Derecho del trabajo se ha esculpido despreciando históricamente el tiempo dedicado a los cuidados familiares que se sostienen estadísticamente sobre las mujeres. Ahora no se las discrimina a ellas de forma particular y directa, sino de forma colectiva e indirecta a través de los valores asociados a lo femenino. Los cuidados familiares deberían ser el centro de todas las políticas sociales, no solamente porque son necesarios para el sostenimiento de la vida cotidiana, sino porque los valores que aportan a quienes los desempeñan, que son de alta importancia: empatía, ternura, paciencia, responsabilidad… Necesarios para la resolución pacífica de los conflictos. Y esto está muy vinculado a por qué los hombres delinquen más que las mujeres. En Europa, por ejemplo, las estadísticas indican que la representación femenina en los centros penitenciarios no supera en 5%. ¿Por qué son más pacíficas? Porque son socializadas para la práctica de cuidar y aprenden a gestionar los conflictos sin violencia. Avanzar hacia una sociedad más pacífica, más corresponsable y más igualitaria pasa por cambiar los paradigmas y pasar de la ética del cuidado feminizado a la ética del cuidado humanizado.


«Los discursos misóginos de algunos dirigentes políticos impulsan una agenda que niega la igualdad de las mujeres»
Arancha Vicario. Presidenta de Amnistía Internacional España

El 8M cientos de miles de mujeres (y también muchos hombres) estaremos en las calles en defensa de nuestros derechos. Tenemos que celebrar que haya mujeres activistas en todo el mundo liderando la batalla por los derechos humanos e impulsando movimientos multitudinarios en una escala sin precedentes, pero tenemos también que conocer lo que ha impulsado a tantas a movilizarse para conseguir un cambio. Los derechos de las mujeres son sistemáticamente colocados en un segundo plano con respecto a otros derechos y libertades por unos Gobiernos que piensan que pueden limitarse a apoyarlos de palabra y, en la práctica, hacer muy poco para protegerlos. Peor aún, muchos de los actuales dirigentes mundiales han lanzado nuevos ataques contra los derechos de las mujeres con sus discursos misóginos. Con ello pretenden argumentar que están protegiendo los valores tradicionales que representan los intereses de la familia, pero lo cierto es que están impulsando una agenda que niega la igualdad fundamental de las mujeres.

Las mujeres somos la mitad de la población mundial y tenemos los mismos derechos que los hombres, pero la segunda mitad de esta frase no se ha hecho todavía realidad. En numerosos países del mundo, son perseguidas por exigir sus derechos y alzar la voz contra la injusticia o, incluso, por su forma de vestir. Más de 100 países tienen leyes que impiden a las mujeres realizar determinados trabajos y muchas trabajan en la economía informal, sin protección legal y con acceso limitado o nulo a los sistemas de seguridad social. En todo el mundo, las mujeres siguen soportando una carga desproporcionada en el trabajo no retribuido y de cuidados y la brecha salarial no se reduce. El número de hijos, cuándo y con quién tenerlos, o el acceso al aborto, son objeto de numerosas leyes o prácticas que impiden a las mujeres tomar decisiones sobre su cuerpo. La violencia es la consecuencia más extendida que se ejerce contra las mujeres por el hecho de serlo: violencia en las relaciones de pareja, violencia sexual, violación de mujeres y niñas en contextos de guerra o prácticas como la mutilación genital femenina.

Ha habido avances significativos, pero ningún país del mundo ha alcanzado la plena igualdad de género. Amnistía Internacional se mantiene firme al lado de las mujeres, amplificando sus voces en toda su diversidad y luchando por nuestros derechos. Seguimos fuertes con la acción No consiento para poner fin a los obstáculos para las víctimas de violencia sexual en España. Sumaremos todas nuestras voces para lograr de forma efectiva los derechos humanos de las mujeres.


«Debemos asumir que el feminismo de la tercera ola también ha envejecido»
Rosa María Rodríguez Magda. Filósofa y escritora

El feminismo de la segunda ola (años 70) tuvo como objetivo la recuperación por parte de las mujeres de su propio cuerpo: sexualidad, anticonceptivos, interrupción del embarazo y, en España, también la incorporación al mundo laboral y la ley del divorcio. Se dio el debate entre el feminismo de la igualdad y el de la diferencia. En décadas posteriores, se lograron grandes avances legislativos: ley contra la violencia de género (2004), del matrimonio homosexual (2005), de identidad de género (2007)… El eje de todo ello era la emancipación.

Paralelamente, inmersa en la corriente postmoderna, vimos surgir la tercera ola del feminismo, que, acusando al de la segunda de institucional, burgués, heterosexual y eurocéntrico, reivindicó las políticas del reconocimiento de la diversidad: multiculturalismo, feminismo postcolonial, queer, LGTBI, transfeminismo… La emancipación como horizonte cuasi logrado dejó paso a la preponderancia del deseo y a las nuevas formulaciones de la identidad sexual. Así, los estudios de género se desarrollan en nuestras universidades, la perspectiva de género se promueve en todos los ámbitos y se promulgan leyes de derecho a la identidad y expresión de género y a la igualdad de personas LGTBI. En alguna medida, el sujeto-mujeres ha quedado subsumido en esa diversidad.

Si el feminismo de la tercera ola consideró viejo y caduco al de la segunda, hoy, cuando lo postmoderno y las primeras manifestaciones del transfeminismo tienen ya treinta años, deberemos aceptar que, aun a pesar de su extensión, este también ha envejecido. Con las recientes manifiestaciones masivas feministas, el tren de la libertad o el movimiento #MeToo, una nueva generación llena las calles y se encuentra con las abuelas, con las madres, con las compañeras y con las diversas, juntas en la denuncia de la violencia, el acoso, la brecha salarial, la desigualdad de los cuidados o la utilización del cuerpo de las mujeres. Es el feminismo de la cuarta ola que reclama el protagonismo, una sociedad diferente, y alza fuerte la voz, al grito de «Si paramos nosotras, se para el mundo». Ese cambio global que deseamos necesita de todas y de todos.


«Cuando las periodistas ocupen puestos de responsabilidad, habremos conseguido casi todo»
Victoria Prego. Presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM)

El papel de las mujeres en los medios de comunicación españoles es extraordinariamente potente. Las redacciones no solo están igualadas sino que incluso tienen una mayor presencia de mujeres que de hombres, y en ellas reside el trabajo de base. Que ellas sean las que escriben y las reporteras que están en la calle se nota en las informaciones. El desempleo es un problema que afecta a toda la profesión, no solamente a las mujeres –que, además, es normal que sean un mayor porcentaje de los periodistas sin trabajo, puesto que son mayoría en las aulas–, porque de las facultades salen más profesionales de los que el mercado laboral puede absorber. En un momento en el que no hacen más que cerrar medios, el destino de la mayor parte de ellos es el paro u otras ramas de la comunicación.

Sin embargo, falta que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad. Mientras eso no suceda, el tipo de información que se publica no sufrirá el leve cambio de orientación que hace falta para incluir una cierta perspectiva de género que, aunque ha avanzado, debe incorporarse más a algunas noticias –no a todas, ya que no tiene sentido hablar desde ella en informaciones sobre Venezuela o sobre el proceso catalán, por ejemplo–. Se está introduciendo poco a poco, pero es insuficiente.

Es importante que las mujeres lleguen a las direcciones de los medios de comunicación y a los consejos, ya que es allí donde se deciden los temas y las noticias que se publican y el enfoque que se les da. Cuando eso llegue, habremos conseguido casi todo.


«Las mujeres están liderando los proyectos más innovadores en el medio rural»
María Sánchez. Veterinaria y escritora. Autora de Cuaderno de campo y Tierra de mujeres

El medio rural es el gran desconocido de España. Si se escribe de nosotros es desde la idealización o desde el paternalismo y el clasismo de quien piensa que aún estamos como en Los Santos Inocentes. Si en la ciudad las mujeres sufren situaciones de desigualdad y machismo, en el campo es aún peor, más aún para algunas como las temporeras, que son triplemente invisibles. Sin embargo, las mujeres rurales son las que están cambiando las cosas. Se han puesto al frente de muchos negocios, también las que no se dedican a labores relacionadas con la agricultura o la ganadería. En el medio rural, hemos sido invisibles durante muchos años. Trabajo con noventa ganaderías de toda España y, aunque se supone que la mayoría son hombres, cuando llego a las explotaciones todo está lleno de sus hijas, sus sobrinas o sus hermanas. No están ahí porque les gusten las cabras, están ahí porque eso es un trabajo. Se tiene asumido que, además de llevar la casa, tenemos que ir a ayudar en el resto de tareas, sin dejar ser las hijas de, hermanas de o primas de. Todo está a nombre de los padres o los maridos, que tienen sus propiedades y su pensión, pero las mujeres que trabajan con ellos todo el día no figuran en ninguna parte. ¿Cómo se reconoce un trabajo que es invisible incluso para Hacienda?

Con motivo de la publicación de Cuaderno de campo, me hicieron una entrevista en la que el titular fue «Sin las mujeres no existiría el medio rural» y los comentarios de los hombres fueron para echarse a llorar. Solamente ponía en la mesa que, aunque sean los hombres los que trabajen como jornaleros o pastores, cuando llegan a casa pueden descansar porque tienen el plato puesto ya encima de la mesa, y ese plato lo pone su mujer. Además, tenemos muy metida la imagen de que son los hombres los únicos que realizan los trabajos que requieren esfuerzo físico cuando no es así. Algo tan obvio, los hombres lo ven como un ataque.

Las mujeres somos una parte muy importante en la lucha contra la despoblación, pero no podemos caer en el error de pensar que somos vasijas para repoblar los pueblos. Es un hecho que los proyectos más innovadores los están haciendo mujeres: recuperan razas autóctonas, se asocian para luchar contra las macrogranjas, escriben y cuentan desde el medio rural… Debemos tener derecho a elegir qué queremos hacer, una oportunidad que la generación de nuestras madres no tuvo. Y eso pasa por reconocer y respaldar a las mujeres de nuestro medio rural.


«Las reivindicaciones de las mujeres no pueden hacerse desde el pánico moral y el sensacionalismo»
Loola Pérez. Activista, filósofa e integradora social

Estamos en un momento decisivo para el movimiento feminista. No podemos traicionar un pilar democrático fundamental como es la igualdad entre mujeres y hombres. Quedan muchos derechos por conseguir y otros por consolidar. Hay que poner muchas cuestiones en la agenda, como que en algunos países se fuerce a las niñas a dar a luz después de haber sido violadas, la protección de las víctimas de trata, los derechos laborales de las trabajadoras sexuales, la precariedad de las actividades de amor y del cuidado, desempeñadas en gran parte por mujeres, los derechos de las personas trans o la violencia sexual contra la mujer. Pero creo que estas reivindicaciones no pueden ejercerse bajo el pánico moral, la exageración, el sensacionalismo o la manipulación. Esto no es efectivo y solo da alas a quienes creen que el feminismo es un enemigo de los derechos humanos.

El feminismo actual ha sido engullido por la cultura de masas, pero somos muchas las mujeres que practicamos un feminismo desde los márgenes, que renuncia a eslóganes y que, partiendo de una epistemología y un discurso que pone énfasis en la transformación social, se compromete por lograr y consolidar la igualdad entre mujeres y hombres.


 

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